LOS SISTEMAS ALIMENTARIOS REPRESENTAN AL MENOS EL 15 % DE TODOS LOS COMBUSTIBLES FÓSILES QUEMADOS EN EL MUNDO
Todos los efectos del cambio climático se intensificarán si se supera el umbral de 1,5°C (2,7°F) — desde inundaciones a sequías y olas de calor, pérdida de cosechas y escasez de alimentos, pérdida de especies y subida del nivel del mar — con consecuencias dramáticas para la salud y el bienestar de las personas.
Cada fracción de grado cuenta, pero las políticas alimentarias y energéticas actuales nos encaminan hacia los 2,7°C (4,7°F) a finales de siglo. El uso de combustibles fósiles es, con diferencia, el principal motor del cambio climático. Tenemos que reducirlo radicalmente ahora y eliminarlo casi por completo en 2050 para alcanzar la neutralidad climática y detener el catastrófico cambio climático.
La ciencia y la economía lo tienen claro, pero sigue faltando voluntad política. Nuestras economías y sociedades modernas siguen funcionando en gran medida a base de combustibles fósiles y existe un grupo de presión industrial fuerte, poderoso y eficaz que trabaja para retrasar la adopción de medidas que pongan fin a esta situación. Los países cuyas economías obtienen importantes ingresos de la producción de combustibles fósiles suelen ser más reacios que otros a aplicar las políticas necesarias.
LOS SISTEMAS ALIMENTARIOS, LA ENERGÍA Y EL CLIMA ESTÁN INTERRELACIONADOS
La Alianza Global para el Futuro de la Alimentación ya documentó anteriormente la relación entre los sistemas alimentarios y el cambio climático. Los sistemas alimentarios contribuyen al cambio climático y se ven muy afectados por este. Son responsables de más de un tercio de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI). Nuestro informe de 2022, en el que se analizan los compromisos climáticos de los países, demostró cómo los sistemas alimentarios no solo contribuyen al cambio climático y se ven afectados por este de forma significativa, sino que también son un elemento clave de las soluciones que se necesitan urgentemente para mantener el calentamiento global por debajo de 1,5°C (2,7°F).
Dado que los sistemas alimentarios contribuyen a un tercio de todas las emisiones que provocan la crisis climática, ponemos de manifiesto que cambiar la forma en que producimos y consumimos los alimentos podría reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI) en al menos 10,3 gigatoneladas al año, lo que equivale a un 20 % del descenso que necesitamos alcanzar para 2050 para mantenernos por debajo de 1,5°C (2,7°F).
Este informe prosigue con ese análisis para demostrar cómo la dependencia de los sistemas alimentarios hacia los combustibles fósiles exige un enfoque colaborativo y deliberado por parte de los sectores energético y alimentario.
Los anfitriones de la 28ª Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28), los Emiratos Árabes Unidos (EAU), han declarado que harán hincapié en la importancia de la agricultura y la producción alimentaria sostenibles en la reunión de diciembre. Es una buena noticia, pero cualquier acción en materia de alimentación debe estar explícitamente vinculada e incluir esfuerzos para eliminar progresivamente la producción de combustibles fósiles. Las últimas cifras de la ONU muestran que alrededor de 735 millones de personas en todo el mundo siguen pasando hambre y 3100 millones no pueden permitirse o no acceso a dietas sanas. Por consiguiente, nunca ha estado tan clara la necesidad de reformar los sistemas alimentarios para reforzar la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición, preservar la naturaleza y ayudar a detener el cambio climático.
No podemos transformar los sistemas alimentarios sin abordar el consumo de combustibles fósiles, y no podremos eliminar gradualmente el uso de combustibles fósiles y detener el catastrófico cambio climático sin cambiar los sistemas alimentarios.
LA INTERDEPENDENCIA DE LOS SISTEMAS ALIMENTARIOS Y ENERGÉTICOS
Los sistemas alimentarios industriales están entrelazados con la industria de los combustibles fósiles; consumen mucha energía y dependen de los combustibles fósiles en toda la cadena de valor. Hemos calculado que los sistemas alimentarios representan actualmente al menos cerca del 15 % del uso mundial de combustibles fósiles al año, que generan tantas emisiones como todos los países de la UE y Rusia juntos.
Si no se produce ningún cambio en la producción y transformación actual de alimentos, con una mayor demanda de alimentos ultraprocesados y de alto consumo energético, el uso de los combustibles fósiles seguirá al alza, salvo si transformamos de forma drástica los sistemas alimentarios para romper el vínculo entre los combustibles fósiles y los alimentos.
A lo largo de 2022-2023 se han puesto de manifiesto los peligros de esta dependencia, con el efecto tanto directo como indirecto de la guerra de Ucrania sobre el suministro y los precios de los alimentos. Directo, porque Ucrania y Rusia han exportado menos cereales, aceite de cocina y fertilizantes, e indirecto, como resultado de la subida de los precios del petróleo, que afecta a los costes del transporte y los fertilizantes en particular. Reducir esta dependencia de las exportaciones centralizadas de productos básicos intensivos en energía y combustibles fósiles mejoraría así la seguridad alimentaria mundial.
Los combustibles fósiles desempeñan un papel crucial en la producción de alimentos a través de cuatro etapas de la cadena de valor:
- producción de insumos;
- uso de la tierra y producción agrícola;
- transformación y envasado; y
- comercio minorista, consumo y residuos.
La energía se utiliza para producir y envasar los alimentos, accionar la maquinaria y los equipos, alimentar los sistemas de transporte y para almacenar y cocinar.
El consumo de combustibles fósiles se produce en gran medida en la fase de transformación y envasado, y en el comercio minorista, el consumo y los residuos.
La intensidad energética de los sistemas alimentarios también está aumentando debido al incremento de la mecanización, el creciente uso de insumos basados en combustibles fósiles, las cadenas de suministro globalizadas, la mayor demanda de carne y lácteos y, hasta cierto punto, las nuevas tendencias alimentarias como los alimentos ultraprocesados y las carnes alternativas. Tenemos que desvincular la producción de alimentos del uso de combustibles fósiles si queremos detener el catastrófico cambio climático.
PRODUCCIÓN DE INSUMOS
5 % de la energía mundial utilizada en toda la cadena de valor alimentaria.
La fabricación de fertilizantes es la fase de mayor intensidad energética y dependiente de los combustibles fósiles. El fertilizante más común, el nitrógeno sintético, requiere un proceso extremadamente intensivo en energía que implica altas temperaturas y presiones. Por ejemplo, según el CIEL, la producción del amoníaco (NH₃) en el que se basan los fertilizantes nitrogenados libera una cantidad estimada de 450 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) al año, equivalente a las emisiones totales del sistema energético de Sudáfrica. La FAO prevé que el uso de fertilizantes nitrogenados podría aumentar otro 50 % de aquí a 2050. Además, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevé que la producción de amoníaco se incremente casi un 40 % de aquí a 2050 en función de las tendencias económicas actuales, y que más de la mitad del consumo de gas fósil se destine a la producción de hidrógeno, el ingrediente clave del amoníaco.
Las partes interesadas de esta etapa se hacen con los mayores beneficios mientras que pasan por alto las consecuencias negativas inmediatas que sufren quienes se sitúan más abajo de la cadena de valor.
USO DE LA TIERRA Y PRODUCCIÓN AGRÍCOLA
15 %* de la energía mundial utilizada en toda la cadena de valor alimentaria.
Las comunidades y las personas productoras a pequeña escala soportan de forma desproporcionada la carga de los efectos del cambio climático, las prácticas extractivas del uso de la tierra y el uso insostenible de los recursos. Mientras tanto, la mayor parte de los beneficios de la cadena de valor corresponden a las empresas fabricantes de insumos, las distribuidoras y las grandes productoras y comerciantes.
TRANSFORMACIÓN Y ENVASADO
42 % de la energía mundial utilizada en toda la cadena de valor alimentaria.
El consumo de energía de esta fase es muy elevado, debido a que se basa en equipamiento, sistemas de refrigeración, envases y transporte de alto consumo energético para asegurar la preservación de los alimentos de la granja a la mesa.
La intensidad energética de esta etapa se incrementa a medida que se alargan las cadenas de suministro, que exigen un mayor uso de envases y requisitos de procesamiento más estrictos.
COMERCIO MINORISTA, CONSUMO Y RESIDUOS
38 % de la energía mundial utilizada en toda la cadena de valor alimentaria.
Se calcula que se echa a perder o desperdicia un tercio de los alimentos producidos en el mundo. En los países de renta alta, el comercio minorista tiene una intensidad energética elevada debido al mayor consumo de alimentos procesados y los requisitos de refrigeración que van parejos.
La distancia que recorren nuestros alimentos ha aumentado una cuarta parte en las últimas décadas, y con ello se han disparado las emisiones. Sin embargo, las tasas de emisiones de la electrificación podrían disminuir, sobre todo en los países desarrollados.
LA ENERGÍA SE UTILIZA EN TODOS LOS SISTEMAS ALIMENTARIOS
PRODUCCIÓN DE INSUMOS
5 % de la energía mundial utilizada en toda la cadena de valor alimentaria.
La fabricación de fertilizantes es la fase de mayor intensidad energética y dependiente de los combustibles fósiles. El fertilizante más común, el nitrógeno sintético, requiere un proceso extremadamente intensivo en energía que implica altas temperaturas y presiones. Por ejemplo, según el CIEL, la producción del amoníaco (NH₃) en el que se basan los fertilizantes nitrogenados libera una cantidad estimada de 450 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) al año, equivalente a las emisiones totales del sistema energético de Sudáfrica. La FAO prevé que el uso de fertilizantes nitrogenados podría aumentar otro 50 % de aquí a 2050. Además, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevé que la producción de amoníaco se incremente casi un 40 % de aquí a 2050 en función de las tendencias económicas actuales, y que más de la mitad del consumo de gas fósil se destine a la producción de hidrógeno, el ingrediente clave del amoníaco.
Las partes interesadas de esta etapa se hacen con los mayores beneficios mientras que pasan por alto las consecuencias negativas inmediatas que sufren quienes se sitúan más abajo de la cadena de valor.
USO DE LA TIERRA Y PRODUCCIÓN AGRÍCOLA
15 %* de la energía mundial utilizada en toda la cadena de valor alimentaria.
Las comunidades y las personas productoras a pequeña escala soportan de forma desproporcionada la carga de los efectos del cambio climático, las prácticas extractivas del uso de la tierra y el uso insostenible de los recursos. Mientras tanto, la mayor parte de los beneficios de la cadena de valor corresponden a las empresas fabricantes de insumos, las distribuidoras y las grandes productoras y comerciantes.
TRANSFORMACIÓN Y ENVASADO
42 % de la energía mundial utilizada en toda la cadena de valor alimentaria.
El consumo de energía de esta fase es muy elevado, debido a que se basa en equipamiento, sistemas de refrigeración, envases y transporte de alto consumo energético para asegurar la preservación de los alimentos de la granja a la mesa.
La intensidad energética de esta etapa se incrementa a medida que se alargan las cadenas de suministro, que exigen un mayor uso de envases y requisitos de procesamiento más estrictos.
COMERCIO MINORISTA, CONSUMO Y RESIDUOS
38 % de la energía mundial utilizada en toda la cadena de valor alimentaria.
Se calcula que se echa a perder o desperdicia un tercio de los alimentos producidos en el mundo. En los países de renta alta, el comercio minorista tiene una intensidad energética elevada debido al mayor consumo de alimentos procesados y los requisitos de refrigeración que van parejos.
La distancia que recorren nuestros alimentos ha aumentado una cuarta parte en las últimas décadas, y con ello se han disparado las emisiones. Sin embargo, las tasas de emisiones de la electrificación podrían disminuir, sobre todo en los países desarrollados.
LAS TENDENCIAS ALIMENTARIAS INCREMENTAN EL CONSUMO DE ENERGÍA
Los productos ultraprocesados, como aperitivos, bebidas y platos precocinados, predominan en los países de renta alta, y su consumo está aumentando rápidamente también en los países de renta media y baja. En la actualidad, una elevada proporción de las necesidades energéticas de estos alimentos procesados procede de combustibles fósiles, aunque en el futuro esta energía podría producirse a partir de fuentes renovables a medida que estas resulten cada vez más rentables. Nuestros cálculos basados en dos estudios 1, 2, se descubrió que su producción requiere entre dos y diez veces más energía que la de los alimentos integrales, y el incremento de su consumo implica un mayor uso de combustibles fósiles a lo largo del tiempo.
Por ejemplo, los lácteos ultraprocesados consumen 10 veces más energía que la leche fresca*
Del mismo modo, aunque quienes abogan por el consumo de carnes y proteínas alternativas argumentan que estos productos reducen la huella terrestre e hídrica en relación con la producción de carne a escala industrial, algunas de estas alternativas siguen teniendo un alto consumo energético. Un estudio ha demostrado que la carne cultivada en laboratorio requiere hasta seis veces más energía en comparación con el pollo y otras alternativas menos procesadas. Sin embargo, las pruebas sobre la huella de carbono y el impacto del ciclo de vida de la carne cultivada en laboratorio en comparación con la carne animal siguen siendo controvertidas
En general, las proteínas alternativas pueden mejorar los indicadores individuales de sostenibilidad en comparación con los equivalentes producidos industrialmente, pero las pruebas son limitadas y especulativas en el caso de la carne cultivada en laboratorio. También hay preguntas abiertas acerca del posible impacto de la industria de las proteínas alternativas en una mayor concentración de poder en los sistemas alimentarios, dados los grandes presupuestos de investigación y desarrollo necesarios para producir estas proteínas. La industrialización que conlleva la proteína alternativa podría socavar la resiliencia, poniendo en peligro los medios de subsistencia de millones de personas productoras de alimentos.
Además, cada kilogramo de carne cultivada en laboratorio tiene un contenido proteínico inferior (de 10 a 25 %) al del pollo (31 %). Por consiguiente, desde una perspectiva nutricional, sería necesario producir y consumir más carne cultivada en laboratorio para obtener la misma cantidad de proteínas, lo que conllevaría una mayor intensidad energética. Para mitigar las consecuencias no deseadas, es importante comprender todas las implicaciones y las contrapartidas de las carnes y proteínas alternativas.
La proteína cultivada en laboratorio es la forma de mayor consumo energético de las carnes y proteínas alternativas*
LOS INTERESES PERSONALES OBSTACULIZAN LA ELIMINACIÓN DE LOS COMBUSTIBLES FÓSILES EN LOS SISTEMAS ALIMENTARIOS
A medida que disminuye la demanda de combustibles fósiles para el transporte, la electricidad y la calefacción gracias a la electrificación y a las medidas de reducción de la demanda, las empresas efectúan importantes inversiones en petroquímicos para producir plásticos y productos agroquímicos. Los productos agroquímicos, entre ellos fertilizantes y pesticidas, y los plásticos, incluidos los de envasado, son fundamentales para mantener algunas actividades de los sistemas alimentarios industriales y la industria de los combustibles fósiles aboga por su incremento con el fin de mantener los beneficios.
El creciente mercado petroquímico representó el 14 % de la producción de petróleo en 2018, y el 8 % de la producción de gas.
Los plásticos y fertilizantes relacionados con la alimentación representan en conjunto aproximadamente el 40 % de los productos petroquímicos.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que los petroquímicos inducirán cerca de la mitad del incremento de la demanda de petróleo a mediados de siglo, sobrepasando a sectores como la aviación y el transporte, y el 40 % de la demanda provendrá de los plásticos y fertilizantes relacionados con la alimentación.
Reconociendo este potencial, se preveía que sólo en Estados Unidos la industria de los combustibles fósiles gastaría más de 164 000 millones USD entre 2016 y 2023 para construir nuevas instalaciones y ampliar proyectos existentes dentro de la industria petroquímica.
Del mismo modo, en los Emiratos Árabes Unidos, las principales empresas productoras han anunciado inversiones por valor de 150 000 millones USD en los próximos cinco años para acelerar la producción de petróleo y gas, y una parte probablemente se destine a satisfacer la creciente demanda de plásticos.
Las mayores empresas petroquímicas, de plásticos y agroquímicas a menudo forman parte de las mismas estructuras corporativas.
Muchos sectores agroalimentarios están dominados por cuatro a seis empresas con intereses particulares para mantener el statu quo de los insumos agrícolas y los mercados. Estas empresas tienen un gran interés en promover y perpetuar los sistemas alimentarios industriales extractivos dependientes de los combustibles fósiles y los productos químicos, y efectúan importantes contribuciones políticas para garantizar su influencia.
LOS SISTEMAS ALIMENTARIOS PRODUCEN ENERGÍA, NO SOLO LA UTILIZAN
Además de consumir energía, los sistemas alimentarios la producen en forma de biocombustibles (p. ej., maíz), biomateriales (estiércol de ganado, residuos de alimentos, etc.) y producción de energía en las explotaciones agrícolas (p. ej., agrivoltaica, energía hidroeléctrica a pequeña escala).
Sin embargo, esta producción de energía no siempre está exenta de efectos secundarios indeseables. Algunos proyectos de energías renovables pueden tener un impacto negativo sobre el medio ambiente y las comunidades locales, y la producción de biocombustibles puede restar tierras a la producción de alimentos.
Las políticas fiscales también han dado forma e incentivado la producción de biocarburantes, con algunas consecuencias imprevistas cuando se hace a gran escala. Los créditos fiscales, las subvenciones y los préstamos han incrementado la producción de materias primas para biocombustibles como la soja y el maíz. Las subvenciones para la producción de biogás también incentivan el crecimiento de la industria ganadera, con la implementación de proyectos de conversión de estiércol en energía. Un estudio estimó que las políticas de biodiésel de palma de la Unión Europea causaron la pérdida de una superficie de bosque tropical del tamaño de los Países Bajos entre 2009 y 2019.
Otros posibles inconvenientes del crecimiento de la industria de los biocarburantes son los cambios en los patrones de uso de la tierra que incrementan las emisiones de gases de efecto invernadero, la presión sobre los recursos hídricos, la contaminación del aire y el agua y la subida del coste de los alimentos.
Fundamentalmente, tanto los alimentos como la energía dependen de los recursos naturales terrestres e hídricos. Requieren grandes extensiones de tierra para el cultivo o las infraestructuras, y utilizan el agua para el riego, la extracción en la fracturación hidráulica y la generación de energía.
Los cultivos también eliminan dióxido de carbono de la atmósfera y lo capturan en el suelo, aunque el potencial varía según el cultivo y debe estudiarse más a fondo
Los cultivos también eliminan dióxido de carbono de la atmósfera y lo capturan en el suelo.
Las tierras agrícolas son, por consiguiente, importantes sumideros de carbono. Según la OCDE, el secuestro neto de carbono del suelo en tierras agrícolas podría compensar el 4 % de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero inducidas por las actividades humanas en el resto del siglo y contribuir de forma importante a alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. Ahora bien, no significa que la agricultura pueda convertirse en una compensación para las empresas productoras de combustibles fósiles.
Esta interconexión genera interacciones complejas, tanto contrapartidas como sinergias. Por ejemplo, asignar recursos finitos como la tierra y el agua a un sector puede limitar su disponibilidad para otro. Pero pueden encontrarse sinergias y soluciones óptimas con múltiples beneficios si se establece una colaboración equitativa con todas las partes participantes, especialmente con quienes más se ven afectados por las decisiones políticas y de asignación de recursos. Será un factor clave para encaminarnos hacia un futuro sostenible, equitativo y con bajas emisiones de carbono.
DESBLOQUEAR LA TRANSFORMACIÓN
Es primordial descarbonizar urgentemente nuestros sistemas alimentarios, y para ello debemos dejar rápidamente de lado los combustibles fósiles. Las interacciones y codependencias de los sistemas alimentario y energético no reciben la atención que merecen. Tampoco nos centramos en los beneficios potenciales de la colaboración entre ambos, incluidos el cambio climático, la biodiversidad, la contaminación del suelo y el agua, los medios de subsistencia, la seguridad alimentaria y energética y la nutrición.
Para aprovechar las múltiples oportunidades y evitar que se agudice la crisis a la que ya se enfrenta el mundo, debemos identificar y priorizar acciones que ayuden a transformar tanto el sector energético como el alimentario, refuercen la resiliencia, reduzcan la volatilidad de los precios, perfeccionen la seguridad alimentaria y la nutrición, contribuyan a un medio ambiente más limpio y saludable y mejoren los medios de subsistencia, al tiempo que reducen las emisiones y posibilitan la transición hacia una economía hipocarbónica.
La agricultura y los sistemas alimentarios no solo tienen que reducir el consumo de combustibles fósiles, sino que deben disminuir su alto consumo energético.
Este mismo cambio también debe llevarse a cabo en todos los sectores para alcanzar los objetivos de cero emisiones netas. No podemos limitarnos a sustituir una forma de energía por otra, debemos reducir el consumo de energía de forma general.
Al igual que necesitamos transformar sustancialmente los sistemas alimentarios industriales, los sistemas energéticos basados en energías renovables en lugar de combustibles fósiles también requieren cambios fundamentales en las infraestructuras de red y almacenamiento que puedan integrar las diversas características asociadas a las distintas fuentes de energía renovable (disponibilidad solar, velocidad del viento, disponibilidad hidráulica, etc.). Los sistemas energéticos descarbonizados exigen que reduzcamos la demanda de energía y que cambiemos cuándo y cómo la utilizamos.
Mientras tanto, las llamadas alternativas «verdes» o las soluciones tecnológicas, como el hidrógeno verde o los cultivos modificados genéticamente, son polémicas. Pueden «fijar» prácticas negativas como el uso de fertilizantes sintéticos y la dependencia de los pesticidas, así como afectar negativamente a la biodiversidad y exacerbar aún más la concentración de poder y beneficios entre un número limitado de empresas globales. En concreto, el hidrógeno verde puede desempeñar un papel modesto pero valioso en sectores de difícil desaparición como el siderúrgico y el químico, pero esas aplicaciones son limitadas y a menudo exageradas. Además, muchas empresas energéticas recurren al hidrógeno verde para descarbonizar sus operaciones de petróleo y gas y alargar su longevidad.
RECOMENDACIONES PARA ABANDONAR LOS COMBUSTIBLES FÓSILES EN LOS SISTEMAS ALIMENTARIOS
Las entrevistas con interlocutores clave han sacado a la luz oportunidades preventivas de gran impacto para profundizar la colaboración en el nexo alimentos-energía.
ELIMINAR LOS AGROQUÍMICOS DERIVADOS DE COMBUSTIBLES FÓSILES Y HACER LA TRANSICIÓN A ENFOQUES REGENERATIVOS Y AGROECOLÓGICOS:
El uso excesivo y generalizado de productos agroquímicos derivados de combustibles fósiles y la escasa atención prestada a su eliminación en la producción de alimentos exigen que se adopten urgentemente sistemas de producción agroecológicos menos dependientes de insumos externos y se sustituya la necesidad residual por insumos respetuosos con el medio ambiente, como los biofertilizantes y a través de prácticas en las explotaciones agrícolas para la gestión de plagas. Adoptar prácticas hipocarbónicas como la agroecología y enfoques regenerativos nos permitirá desvincular la producción de alimentos de las emisiones de gases de efecto invernadero.
REVISAR LAS POLÍTICAS FISCALES PARA CONTRARRESTAR LAS EXTERNALIDADES NEGATIVAS DE LA PRODUCCIÓN DE ENERGÍA:
Es necesario revisar las subvenciones eléctricas existentes para la producción de biogás, que incentivan involuntariamente el crecimiento de la industria ganadera, así como los créditos fiscales, las subvenciones y los préstamos para aumentar la producción de materias primas para biocombustibles como la soja y el maíz.
CAMBIAR A LA REFRIGERACIÓN Y CALEFACCIÓN CON ENERGÍAS RENOVABLES PARA LA TECNOLOGÍA DE SECADO:
Las tecnologías de refrigeración o calefacción obtenidas a partir de energías renovables para el secado de productos agrícolas pueden aportar múltiples beneficios colaterales con pocos recursos y en un breve plazo de tiempo.
CAMBIAR A ENERGÍAS RENOVABLES PARA LA TRANSFORMACIÓN Y EL TRANSPORTE DE ALIMENTOS:
Colaborar con las empresas de la transformación alimentaria para evaluar y minimizar el uso de energía, así como consumir alimentos menos procesados para reducir las emisiones, las implicaciones medioambientales asociadas y mejorar los resultados sanitarios. Actualmente, algunos conglomerados alimentarios confían en la descarbonización de la red energética para facilitar su transición.
CONSEGUIR ENTORNOS ALIMENTARIOS SANOS, SOSTENIBLES Y JUSTOS QUE APOYEN DIETAS RICAS EN VEGETALES Y ALIMENTOS MÍNIMAMENTE PROCESADOS:
Adoptar dietas ricas en vegetales mínimamente procesados, especialmente allí donde el consumo de carne y grasas saturadas es elevado o está creciendo a niveles que ponen en riesgo la salud humana y planetaria, contribuiría a reducir la intensidad energética de nuestros sistemas alimentarios y las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la dieta en un 49 % y generaría al mismo tiempo importantes beneficios adicionales para la salud. Aunque ha habido muchos llamamientos en este sentido, en gran medida han sido liderados por los consumidores y las consumidoras y algunas ONG, aunque algunos países, como México o Dinamarca, han promovido nuevas directrices dietéticas que hacen hincapié en la necesidad de reducir el consumo de carne de vacuno y productos lácteos. Es necesaria una hoja de ruta completa para crear un cambio sistémico en diferentes puntos geográficos que refleje la diversidad de preferencias culturales alimentarias y los problemas de consumo excesivo y seguridad alimentaria.
SEGUIR Y ABORDAR LA CONSOLIDACIÓN EMPRESARIAL EN LAS INDUSTRIAS AGROQUÍMICA Y ALIMENTARIA, APOYANDO ACTIVAMENTE UNA TRANSICIÓN JUSTA MEDIANTE UNA GOBERNANZA Y UNA TOMA DE DECISIONES MÁS INCLUSIVAS Y EQUITATIVAS:
Dada la tendencia a la consolidación en la industria de transformación a través de conglomerados alimentarios, así como entre las principales empresas petroquímicas, de plásticos y agroquímicas, los gobiernos deben abordar sus repercusiones. También deben permitir nuevas formas de gobernanza participativa y equitativa para contrarrestar los intereses particulares que quieren promover y perpetuar los sistemas alimentarios industriales extractivos, dependientes de los combustibles fósiles y los productos químicos, y de los alimentos ultraprocesados.
EL PASO A LA ACCIÓN
La clase política, el sector privado, los grupos inversores, los y las donantes, las entidades financieras, la sociedad civil y el mundo académico deben contribuir a fomentar una mayor colaboración en el nexo alimentos-energía. Por ejemplo:
FILANTROPÍAS Y DONANTES
Entidades financieras y convocantes
Las organizaciones filantrópicas y los y las donantes pueden iniciar una serie de diálogos en torno a la alimentación y la energía, y financiar las oportunidades de acción que surjan de ellos, incluidas iniciativas y campañas de concienciación y garantizar que las comunidades afectadas tengan voz propia en dichos debates.
Experiencia:
- Reunir a diferentes participantes
- Financiar nuevas iniciativas
Herramientas:
- Financiación de eventos, investigación e iniciativas piloto
- Conexiones sólidas entre sectores y las partes interesadas
- Eliminar los riesgos del proceso de transición, apoyar la acción temprana
Recomendaciones:
- Convocar a las partes interesadas
- Financiar la sensibilización
- Financiar una transición ambiciosa para abandonar los combustibles fósiles
CLASE POLÍTICA Y SECTOR PÚBLICO
Principales responsables de la toma de decisiones, inversores, ejecutores
La clase dirigente puede apoyar y promover activamente entornos alimentarios sanos, sostenibles y justos que incentiven a la población a elegir mejor los alimentos que consume. También puede respaldar políticas que eliminen progresivamente el uso de cualquier insumo innecesario de combustibles fósiles en los sistemas alimentarios, como el plástico de un solo uso y los fertilizantes, y garantizar al mismo tiempo que estas eliminaciones formen parte de una transición justa que no afecte de manera desproporcionada a las rentas más bajas. La sustitución de insumos por alternativas más sostenibles debe tomar en consideración los posibles retos en materia de riesgos, como el incremento del desperdicio y la pérdida de alimentos.
La clase política y las empresas inversoras del sector público pueden actuar sobre las externalidades negativas de la producción de energía mediante una revisión de las políticas, legislación y normativa vigentes. También pueden financiar la investigación y la innovación social.
Experiencia:
- Equilibrar las prioridades y contrapartidas de los distintos puntos de vista de las partes interesadas
Herramientas:
- Plataformas para transmitir mensajes de sensibilización de la población
- Sistemas fiscales y de subvenciones para generar incentivos
- Regulaciones y legislaciones para garantizar las normas
- Políticas y programas de apoyo a la aplicación
Recomendaciones:
- Actuar sobre las externalidades negativas existentes
- Animar la colaboración entre los ministerios de energía y alimentación
- Financiar la investigación
SOCIEDAD CIVIL Y PRODUCTORES
Educadores y líderes
La sociedad civil y las empresas productoras pueden centrarse en la sensibilización a través de la investigación, la comunicación y la promoción.
Experiencia:
- Identificar y plantear problemas mediante la investigación y la promoción
Herramientas:
- Autoorganización y desarrollo
- Acceso y comprensión de la gente sobre el terreno, en comunidades marginadas, etc.
Recomendaciones:
- Aumentar la sensibilización
- Sensibilizar a las partes interesadas
- Establecer alianzas y recabar aportaciones de una amplia variedad de partes interesadas
EMPRESAS Y GRUPOS INVERSORES DEL SECTOR PRIVADO
Inversores, innovadores y ejecutores
Las empresas y grupos inversores del sector privado pueden financiar y ampliar las innovaciones que reducen la intensidad energética de los sistemas alimentarios y el transporte. El sector privado también puede apoyar y promover activamente entornos alimentarios sanos, sostenibles y justos que incentiven a la población a elegir mejor los alimentos que consume.
Experiencia:
- Comprender los requisitos del mercado y de las personas usuarias para obtener soluciones ampliamente adoptadas
Herramientas:
- Capacidad para promover y apoyar la innovación
- Alcance generalizado (es decir, gran base de clientela, personas usuarias) para probar y fomentar la adopción
Recomendaciones:
- Invertir en la transición alimentaria sostenible
- Impulsar la aplicación y ampliación de soluciones
CLASE ACADÉMICA
Fronteras del conocimiento
Las instituciones académicas pueden llevar a cabo investigaciones adicionales sobre nuevos temas y enfoques, como estudiar el uso de la energía y las emisiones en la pesca y cómo adaptar las infraestructuras para combustibles fósiles. Asimismo, también pueden analizar el uso de la energía en la producción ganadera intensiva y la sostenibilidad de fuentes de proteínas alternativas.
Son algunos ejemplos de una larga lista de temas de investigación que identificaron las partes interesadas entrevistadas que ayudarían a fomentar una mayor colaboración en el nexo alimentos-energía.
Experiencia:
- Llevar a cabo investigaciones sobre nuevos temas y enfoques
Herramientas:
- Datos primarios y secundarios
- Enfoques y colaboraciones interdisciplinares
- Plataformas para transmitir las investigaciones
Recomendaciones:
- Llevar a cabo investigaciones adicionales
- Dirigir nuevas intervenciones
ES HORA DE UN CAMBIO RADICAL EN NUESTROS SISTEMAS ENERGÉTICOS Y ALIMENTARIOS
Seguir como hasta ahora con la introducción de cambios graduales no bastará para lograr las transiciones radicales de los sistemas energéticos y alimentarios necesarias para evitar un cambio climático catastrófico y resolver las crisis sanitarias y nutricionales. Aunque todos los gobiernos cumplieran sus compromisos climáticos para 2030 (o Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional), el uso de combustibles fósiles en nuestro sistema alimentario seguiría rebasando el presupuesto de carbono de 1,5°C (2,7°F) para 2037.
Tenemos que cambiar radicalmente la forma en que se producen y consumen los alimentos, y abandonar de una vez por todas la senda insostenible de la dependencia de los combustibles fósiles. Adoptar prácticas con bajas emisiones de carbono, como la agroecología, los enfoques regenerativos, las dietas sostenibles y las cadenas de valor localizadas, permitirá desvincular la producción de alimentos de las emisiones de gases de efecto invernadero y obtener toda una serie de beneficios para la salud, los medios de subsistencia y el medio ambiente. Para ello será necesaria la colaboración y la voluntad de compromiso y cooperación de las partes interesadas de todos los sectores.
En un momento de incremento de los precios de los combustibles fósiles y los alimentos, de profundización de las divisiones geopolíticas y de escalada de la crisis climática, nunca ha estado tan clara la necesidad de actuar.
Documento de trabajo: por qué una mayor colaboración entre las partes interesadas de los sectores alimentario y energético es clave para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados.
Hemos escrito una publicación complementaria: Hacia una alimentación sin combustibles fósiles: por qué es clave la colaboración entre los agentes de los sistemas alimentarios y energéticos, que profundiza en las contrapartidas, sinergias, lagunas y oportunidades que surgen dentro del nexo alimentos-energía. En el documento de trabajo, encontrará recomendaciones y oportunidades a corto plazo para mejorar la coordinación y la colaboración entre la clase política, las entidades financieras y las personas defensoras que trabajan en el nexo alimentos-energía. Se hace hincapié en la identificación de medidas para reducir el uso de combustibles fósiles en los sistemas alimentarios.
Este documento pretende generar debates, fomentar la colaboración y promover objetivos compartidos dentro del nexo alimentos-energía.
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La Alianza Global para el Futuro de la Alimentación encargó a Dalberg Advisors las investigaciones y análisis que sustentan este informe.
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